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'La corrupción es el principal obstáculo para lograr un urbanismo razonable' |
(El Mundo, 16/03/2014)
[Extractes]
Pedro Garau ocupó el cargo de arquitecto municipal en Pollença entre 1969 y 1989. Entre sus obras, destacan el colegio Luis Vives o la Cámara de Comercio. El Colegio de Arquitectos de Baleares premió toda su trayectoria en 2003. «El edificio de Gesa está muy bien hecho, hay que conservarlo. Sin embargo lo que no me gusta nada es el Palacio de Congresos».
Este año cumple noventa años y le digo que tiene un aspecto espléndido. «Siempre me dicen eso y el médico asegura que, para la edad que tengo, estoy muy bien; ¡pero lo que yo querría es estar bien de verdad, lo de la edad no me importa!». Me advierte de que la memoria le falla a veces, sobre todo para los nombres; aun así, una hora de conversación con Pedro (Perico) Garau sigue siendo un ejercicio estimulante. La cita tiene lugar en su piso de la calle Ramon Llull, al que su vida ha estado ligada desde los cuatro años.[...]
-«Intereses particulares»... Hoy nos preocupa la corrupción, pero usted me está diciendo que no es algo nuevo, como es lógico.
-Para nada. Mire, a principios de siglo mi abuelo, el ingeniero Pedro Garau Cañellas, planteó un proyecto de ensanche para Palma que respetaba las murallas, las rodeaba de una zona ajardinada, y hacía crecer la ciudad extramuros partiendo de los núcleos urbanos que ya existían, como Son Roca o Son Espanyolet. A mí me parece tan razonable que nunca entendí por qué no se hizo... Hasta que llegué a la conclusión de que también allí habían intervenido esos intereses particulares de algunos propietarios. Y en mi época, algún amigo contratista me explicó claramente que tenía que hinchar un 3% todos sus presupuestos... Lo único es que en este país nunca se había manejado tanto dinero como en las últimas décadas, y eso lo hace todo más grande. Pero corrupción ha habido siempre, y ese es el principal obstáculo para un urbanismo razonable.
-¿Usted padeció algún tipo de presión o circunstancia difícil como Arquitecto Municipal?
-Bueno, mi trabajo en Pollença era muy aburrido: me limitaba a comprobar que los proyectos que se presentaban cumplían una normativa ya establecida. Pero le contaré una anécdota. Usted recuerda que al arquitecto Ferragut le asesinaron en circunstancias extrañas que nunca quedaron muy claras. En Pollença corrían todo tipo de rumores sobre las razones de esa muerte; se insinuaba que podía ser, en realidad, un asunto de terrenos... Pues bien, algún tiempo después del suceso, cuando yo ya era el Arquitecto Municipal, un día pasé por una obra para hacer una inspección, porque me parecía que no cumplía con la normativa, y escuché claramente a dos fulanos diciendo: «¿Qué hace éste aquí metiendo las narices? Tendríamos que hacerle lo que al otro...». Me acerqué a ellos y les encaré: «¿Quieren decirme algo?». Y se retiraron con evasivas. Yo se lo comenté al alcalde, pero nadie hizo nada al respecto.
-Partiendo de la realidad que tenemos en las Islas, ¿qué deberíamos hacer en materia de urbanismo de ahora en adelante?
-Primero, eliminar la corrupción: cuando abro la prensa y leo noticias sobre la trama Gürtel, me indigno de verdad. Segundo, usar el sentido común. Por lo pronto, deberíamos tener claro que nuestro objetivo es organizar el territorio para que sea agradable vivir en él. Puede parecer una obviedad, pero es algo que se ha olvidado a menudo. Lo peor que ha ocurrido en España fue cuando el PP decidió que todo era urbanizable, y se apoyó en una fiscalía que se encargaba de que no multasen a nadie por excederse. A partir de ahí, hemos visto crear pueblecitos en terrenos que nunca debieron ser edificables; pero se decidía que sí, alguien ganaba una fortuna, y luego era imposible ofrecer un alcantarillado digno a la población. Esto no puede ocurrir. Y el criterio económico fundamental no debe ser cuánto cuesta hacer algo, sino cuánto cuesta mantenerlo. Y finalmente, hay cosas que se esfuerzan en conservar cuando, más bien, las instituciones deberían ofrecer ayuda a los propietarios para que las derrumben. Eso es lo más difícil: establecer un criterio serio sobre qué debe conservarse y qué no.
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