Palma: tregua de un mes ´in extremis´ |
(Diario de Mallorca, 25/03/2009)
Las familias de Son Anglada derruirán sus propias viviendas para evitar pagar 42.000 euros
FAUSTINO HORRACH. Tras una mañana intensa de emociones, las dos familias de etnia gitana de Son Anglada consiguieron aplazar un mes la orden de derribo que pesa sobre sus viviendas. Aunque a un alto precio, pues sus residentes deberán derribarlas durante ese periodo para evitar que Cort les cobre los 42.000 euros que cuesta si lo realiza una empresa de forma subsidiaria.
La calma era tensa en el número de 19 de la calle Hospitalet, a partir de las 8,30 horas, cuando estaba previsto el derribo. Los muebles desalojados de una de las casas permanecían en mitad del terreno. Varios amigos y familiares acompañaban a los doce miembros que allí viven, entre los que se encuentra la abuela, Teresa de 78 años, y su nieto Alfredo de 18 años, con un discapacidad del 33%.
Los técnicos de Disciplina Urbanística llegaban una hora más tarde acompañados de una Patrulla Verde de la Policía Local para notificar la orden de ejecución. Desalojando el perímetro por seguridad, los operarios entraban al recinto y una excavadora quedaba a las puertas amenazando las dos casas construidas ilegalmente en suelo rústico. Atrás dejaban la cantidad de grandes chalets de la zona que también están en la misma situación irregular.
"No echan por ser gitanos", manifestaba Isabel Cortés, la madre de Alfredo. No en vano, la denuncia que ha obligado a esta situación data del año 2004 y, tal como aseguran, fue interpuesta por varios de los vecinos que ahora ocupan residencias sobre ese mismo suelo rústico que ocupa su familia.
Gracias a los ruegos y súplicas finalmente se llegó al acuerdo con el que la familia Cortés podrá al menos eludir la deuda, aunque se quedarán igualmente en la calle. Antes de un mes tan solo quedará el comedor de una de las viviendas, lo único que habían antes de que habitaran la parcela. "No sé que haremos. Pero no me voy a ir de este terreno, es de mi propiedad", aseguraba Juan Manuel, uno de los dos hermanos que dirigen las familias. Ahora piensa en quedarse en barracas en esa misma parcela. "Al menos tendré tiempo de aprovechar el material", concluía resignado.